jueves, 3 de diciembre de 2009

O Castro (3/6)

Tercera entrega del trabajo de Don Enrique da Corredoira sobre O Castro.

Configuracion de O Castro

El castro de Xegunde está constituido por tres unidades o recintos, nacidos posiblemente a lo largo de los siglos por exigencias del aumento de la población. Son la acrópolis, que se asienta en una posición elevada sobre una prominente roca, que además le sirve de defensa natural por el NE y S, y otros dos poblados, separados de la acrópolis y entre sí por potentes fosos, hoy en gran parte rellenados, que alargan el espacio habitado por el S y SO. Llamaremos a estos poblados Recinto A y Recinto B.


a) La acrópolis
Su personalidad queda definida por la mayor elevación en que se asienta y por la protección que la circunda y la separa en parte de los otros dos recintos: la misma roca en una parte (E y S), reforzada incluso por el S mediante un profundo foso que la separa del Recinto A, y el muro que la circundaba por el N (la parte que mira a Villabol) y por el O. De este modo, la acrópolis, sin duda la parte más antigua del poblado, queda enmarcada dentro de una especie de circunferencia, formada mirando a Villabol y a Xegunde (N y O) por una muralla, hoy desaparecida pero de la que quedan claros restos en la cantidad de piedras cuarcitas que forman por esta parte un largo talud y se acumulan particularmente en la base, y siguiendo hacia la derecha (dirección S y SE) por la continuación de la misma muralla, que sin duda se extendió casi hasta Valdenugueiro, protegiendo el poblado por esta parte y reforzando la defensa natural que proporcionaba la roca. Únicamente por el E, la parte que mira a Meñide, la protección de la roca natural era suficiente. Además de la muralla que la rodeaba casi en todo su perímetro, un profundo foso, como queda dicho, aun hoy de unos 16 metros de ancho en la parte alta, reforzaba la defensa que ofrecía la muralla por el S y parte del O, la parte que mira a Sena y a la Barreira. En este foso, que arranca casi desde Valdenugueiro y acaba mirando a Xegunde, con unos 40 metros de longitud, se hallan abundante cantidad de piedra cuarcita (nuestro “gouño ferreal”), al igual que en el talud que mira a Villabol y al alto de Nabedo, lo que demuestra que el muro se extendía a lo largo de todo este trayecto. En este último tramo, es decir, el que mira a Villabol y al alto de Nabedo, falta todo indicio de foso, terminando este bastante antes, sin duda por considerar que el escarpe, con su altura, y la muralla eran suficientes para la defensa, sin necesidad de foso que la reforzara.
La superficie de la acrópolis, lejos de ser plana, se desliza en pronunciada pendiente tanto hacia Villabol como hacia Xegunde. En línea recta, mide en la parte más alta unos 16 metros, terminando en la roca cortada a pico por el E y en parte por el SO, unos 50 por el N y unos 55 por el NO, sin talud aparente en este último caso y con talud o escarpe de unos 20 metros de pendiente en el segundo. Bajando de la parte alta hacia Villabol, se aprecian a simple vista restos de casas de planta circular, hasta 6 por lo menos; cerca del final dos de ellas de gran planta, una de las cuales mide 10 metros de diámetro. A continuación, siempre en dirección N, se aprecian vestigios de una casa de planta rectangular, con 6 metros en su eje más corto y 10 en el más largo.
Estamos, pues, ante el recinto más antiguo del castro, cuya entrada o una de ellas pudo estar a la izquierda, cerca de la roca, según se mira desde O Chao de Nabedo, tal vez viniendo de Valdenugueiro, pues por esta parte cerca de la roca se aprecian dos como pequeños montículos, los “peitos de muller” que llaman por aquí los lugareños refiriéndose a sus castros, que se entienden generalmente restos dos torres de defensa de la entrada, entre las cuales habría que entrar en zigzag. Pero la entrada principal, al menos en algún momento, parece haber estado mirando a Xegunde, cerca de la roca donde vienen a terminar el foso que circundaba la acrópolis y otros posteriores que deslindaban los otros dos recintos, si bien pudo haberse desplazado con el tiempo un poco más a la derecha una vez que se le añadieron a la acrópolis los otros dos recintos. De hecho, aquí viene a terminar una senda o camino que en zigzag remonta la ladera desde abajo, tal como se puede apreciar aun hoy en una fotografía hecha por el año 1995 cuando el monte acababa de ser arrasado por el fuego.


b) El Recinto A

A lo que se ve, en algún momento, por necesidades de espacio para albergar una población creciente, fue necesario habilitar nuevo poblado. Esto se hizo creando un nuevo recinto por la parte S y SO, es decir, a continuación de la roca mirando hacia Sena y Xegunde. Para ello se abrió un nuevo foso más abajo, a unos 20 metros del primero en el eje N – S, distancia que se amplía según el foso avanza hacia el O, conservando no obstante el antiguo foso que rodeaba la acrópolis. Ambos fosos en el punto de partida, cerca de Valdenugueiro, casi se juntan, alejándose luego el segundo para volver a acercarse al final, sin duda al llegar a la puerta de acceso. Este segundo foso abierto para defensa del nuevo poblado por el S y SO mide de ancho en su parte alta unos 14 metros y, curiosamente, al igual que el primero, siempre la pared que mira al interior se presenta en declive, en tanto que la otra está al principio cortada en vertical o a pico y luego también en declive.


c) El Recinto B

Boyante, sin duda, la economía del castro de Xegunde, siguió aumentando su población y una vez más fue necesario crear nuevo espacio habitable. Así nació el Recinto B, resultado de un nuevo ensanche a continuación del anterior, en la misma dirección S y SO. En sentido N – S las medidas eran prácticamente las mismas del Recinto A, 21 metros, siendo mayores en el eje NE - SO, donde llegó a alcanzar los 42 metros, medidas que prácticamente se repiten en el eje E – O, con sus 40 metros. El límite exterior de este nuevo recinto, con su foso de protección y otros elementos, resulta más complicado de explicar y sobre todo de entender. De momento, contentémonos con decir que un tercer foso, como era de esperar, lo circunda por el exterior, con un escarpe o talud de unos 13/15 metros de caída por la parte interior y unos entre 3 y 8 metros de ancho el foso como tal. Este foso exterior, el tercero, al final parece ir a juntarse con el del Recinto A, una vez en más en dirección a la entrada. En su parte interior presenta aún hoy una elevada cresta que podría ser resto de la antigua muralla que la coronaba. Al igual que antes, por esta parte la pared se presenta en declive, mientras que por la otra, la exterior, generalmente está cortada a pico.
En uno y otro de los recintos de expansión se observan extrañas elevaciones a veces y depresiones, además de las señales claras de paredes de casas circulares soterradas, cuyo número desconocemos.


d) Más allá del Recinto B

El espacio final de los fosos y, en parte, lo mismo el entorno del tercero y último foso se presentan un tanto confusos. De todas formas, parece podrían notarse los elementos siguientes: a) una entrada en la roca por la parte de Valdenugueiro, con un camino de circunvalación, fuera del tercer foso, que partiendo de esta puerta llegaría hasta la entrada principal por el SO; b) la zona de la entrada principal y c) extraños bancales que corren paralelos al tercer foso, aunque independientes de él, en el monte.

  • Entrada por Valdenugueiro y circunvalación
Entradas por este estilo existen en el Castro de Cuiñas o Castro do Padrón, en el Castro de Souto y aparentemente en el Chao de Samartín (Castro de Grandas), en proceso de excavación, si bien aquí se abre al vacío al borde de la roca, aunque pudiera dar acceso a una escalera de madera. Conviene notar, sin embargo, que los excavadores ponen la roca que queda exenta al lado de la supuesta entrada en relación con cultos religiosos ancestrales de los primeros pobladores del castro.
Aquí, de todas formas, al igual que en el Castro de Cuiñas y en el de Souto, parece tratarse de una verdadera entrada, como se puede comprobar in situ. El problema está en saber cómo se compagina esta entrada con los recintos aislados por sus fosos que hemos mencionado. ¿Se accedía a ellos de alguna manera directamente desde esta entrada? ¿Estaban cerrados al acceso y sólo se podía entrar en ellos por la puerta principal, rodeando el muro del tercer foso, que defendía el Recinto B? Pudiera pensarse en esta segunda hipótesis, pero las cosas no están claras, como tampoco la relación con el castro y sus recintos del espacio que hay nada más entrar por esta puerta desde Valdenugueiro, que queda a la izquierda y es importante.
Lo que creemos, en todo caso, es que este castro se relacionó con los otros castros de la zona, como son el de Espiñeira, el de Llencias y el de Aldomán, saliendo por Valdenugueiro hacia Villabol por Castelovello (aquí hubo de haber alguna fortaleza o pequeño castro), por la Lavadoira, la Penachá, la Pedreira, Refoxos y Rubieiro, por donde, pasando el río en Augas Mestas como llamaban al punto donde las aguas que vienen de Restromeiro se juntan con las del río, subían monte arriba hacia el Castro de Espiñeria, y hacia Llencias y Aldomán por una senda de pie o de a caballo que todavía estuvo en uso hasta muy avanzado el siglo XX hacia Naraxa y que se perdió al construirse la nueva carretera de Fonsagrada a San Antolín de Ibias. La conservación todavía hoy de los célebres “caellos”, como el de Castelovello y, sobre todo, los de la Marcada, de la Lavadoira y de la Pedreira, parece abonar esta hipótesis.

  • Entrada principal
La entrada principal, aparte de la que pudo haber a la acrópolis o primer poblado desde O Chao de Nabedo, por la izquierda, parece haber estado siempre por el SO, mirando hacia Xegunde o, al menos, aquí estaba al final, cuando se construyó el último recinto o Recinto B. De hecho, aquí hay los dos montículos, los “peitos de muller”, típicos de las entradas, y aquí viene a desembocar una senda o camino que en zigzag remonta la ladera desde abajo, después de cinco revueltas, como perfectamente se puede observar en una fotografía realizada en el verano de 1995, cuando la vegetación del monte estaba totalmente aniquilada por un incendio. Por otra parte, la confusión que en este punto muestra el final de los fosos puede avalar la hipótesis.
Empezando por el final, es decir, la confusión e irregularidades del tramo final de los fosos, notamos, en efecto, cómo el último foso y su talud que le sirve de defensa hacia el interior al llegar a los dos montículos o peitos de muller, se separan entre sí, dejando un espacio en medio que termina en otro pequeño foso, independiente ya del principal o tercer foso. Los montículos quedan justamente a la izquierda de este tercer foso, es decir, fuera de él, y el foso en este momento deja de ser tal para convertirse claramente en camino.
El camino que remonta la loma desde abajo, tal como se ve en la foto, sale de la izquierda hacia la derecha, como si viniera de algún arroyo o fuente de la parte baja de lo que es hoy el pueblo de Xegunde, gira luego a la izquierda y al llegar a unas rocas vuelve a girar a la derecha, poco después de nuevo a la izquierda, luego a la altura de la parte superior de la roca mencionada vuelve a girar sobre la derecha y después por última vez a la izquierda para entrar en el poblado junto a los montículos o peitos de muller y confundirse con la salida del tercer foso.
Aparte de esta senda zigzagueante que se remonta ladera arriba, en el mismo punto en que ella alcanza el castro junto a los montículos parece entrar por la izquierda un verdadero camino que, pasando por entre los montículos, viene de Xegunde y entra en el poblado. De ser esto cierto, tal camino sería sin duda el acceso principal.

  • Extraños bancales
Fuera ya del tercer foso y supuesto camino de circunvalación, en el monte, se aprecia sobre el terreno y luego con toda claridad en una fotografía como unas pequeñas terrazas escalonadas a modo de bancales, que corren paralelos al dicho foso y supuesto camino. Hoy queda de ellos sobre el terreno un conjunto de pequeñas ondulaciones, que miden de cresta a cresta unos 6 metros. Como terrazas de cultivo no tienen razón de ser; más bien pudiera tratarse de un complemento de los sistemas defensivos.


Escribió: Enrique López Fernández
Colaboraron en la toma de las medidas del castro: Félix Ordás Iglesias y José Argul Folgueiras.

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