Ei, Estas sí son auténticas ¿eh?. La primera me es casi familiar. Ese paisaje se ve desde mi casa. ¡jo! me acuerdo, sí.
Me veo levantándome tempranito y sin quitarme las lagañas me hago un café. Me pongo una chaqueta. Hace frío. M voy con mi café hacia la ventana. La abro y me entra un aire tan fresco que me hace estremecer. Hay mucha humedad a fuera. Está todo mojado y huele a hierba.
Mientras doy sorbitos a mi café, que me sabe a gloria, observo la niebla como baja. Ya no se vé A pena do muin, veo aún los castaños y los pinos a lo lejos. Pronto no se podrá ver nada. El sol está indeciso pero creo que finalmente hará un buen día. Los pajaritos no paran de cantar. Oigo los cencerros de las vacas a lo lejos...
¡Mierda! están llamado a la puerta. Otra vez el niño del vecino que se le ha caído la pelota en mi terraza...
Haz como que no has oido el timbre: cuanto más rápido se la devuelvas, menos cuidado tendrá, se le caerá otra vez y volverá a llamar al timbre. Además, estos críos tienen un efecto depresivo demoledor: "Señor, ¿me puede dar la pelota?" ¿Señor? ¿A quién llamas señor, mocoso?
Ei,
ResponderEliminarEstas sí son auténticas ¿eh?. La primera me es casi familiar. Ese paisaje se ve desde mi casa. ¡jo! me acuerdo, sí.
Me veo levantándome tempranito y sin quitarme las lagañas me hago un café. Me pongo una chaqueta. Hace frío. M voy con mi café hacia la ventana. La abro y me entra un aire tan fresco que me hace estremecer. Hay mucha humedad a fuera. Está todo mojado y huele a hierba.
Mientras doy sorbitos a mi café, que me sabe a gloria, observo la niebla como baja. Ya no se vé A pena do muin, veo aún los castaños y los pinos a lo lejos. Pronto no se podrá ver nada. El sol está indeciso pero creo que finalmente hará un buen día. Los pajaritos no paran de cantar. Oigo los cencerros de las vacas a lo lejos...
¡Mierda! están llamado a la puerta. Otra vez el niño del vecino que se le ha caído la pelota en mi terraza...
Haz como que no has oido el timbre: cuanto más rápido se la devuelvas, menos cuidado tendrá, se le caerá otra vez y volverá a llamar al timbre. Además, estos críos tienen un efecto depresivo demoledor: "Señor, ¿me puede dar la pelota?" ¿Señor? ¿A quién llamas señor, mocoso?
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